¿Por qué tenemos miedo al cambio?
No hay nada peor que el miedo al cambio para que las oportunidades de crecimiento y aprendizaje pasen de largo. El cambio es parte fundamental de nuestras vidas y renunciar a él es renunciar a las oportunidades de desarrollo que se generan a través del mismo.
A todos, en general, nos gusta tener nuestra vida bajo control y sin excesivos sobresaltos y, en muchas ocasiones, si es predecible mejor que mejor. Los entornos y situaciones nuevas nos obligan a utilizar estrategias y modelos desconocidos y poco transitados dando paso a nuestros miedos e inseguridades. Son entornos en los que estamos obligados a adquirir nuevos aprendizajes y romper con hábitos muy arraigados y difíciles de transformar.
Todos sabemos que el cambio genera ansiedad y preocupación ya que nos saca de la más que conocida zona de confort y eso es algo que nos provoca malestar aunque sean cambios en positivo.
Salir de nuestra zona de confort y adentrarnos en la zona de aprendizaje requiere de tiempo, esfuerzo y coraje y no todos estamos dispuesto a ello. Pero es la única forma de avanzar en términos de crecimiento personal y mejora continua.
¿Os suena lo de que estamos inmersos en un entorno V.U.C.A (en inglés Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo)? No nos queda otra que aceptar esa ambigüedad e incertidumbre o nos quedaremos atrás en todos los ámbitos de nuestras vidas.
No parece que la situación económica y social vaya a regresar a parámetros más estables y predecibles, incluso los indicios demuestran que estos entornos inciertos han llegado para quedarse por mucho tiempo. Tendremos que aprender a gestionar los cambios y las transformaciones a nivel personal y profesional para encajar en un mundo que ya no admitirá el «mejor me quedo como estoy» como paradigma reinante.
¿Por qué rechazamos el cambio?
Ya hemos comentado que el cambio aunque sea en positivo genera malestar y ansiedad pero la principal causa del rechazo al cambio es el miedo. Lo normal es ver cualquier cambio como una amenaza a nuestro estado actual.
Transitar por la zona de confort nos da mayor seguridad porque estamos habituados a los entornos que se generan allí. Sabemos de ellos, los reconocemos y por lo tanto tenemos un patrón de comportamiento ya establecido que no nos obliga a replantearnos nuestros hábitos. Actuamos de manera mecánica y automatizada sin darnos cuenta que estos comportamientos nos ponen frenos a nuestra potencialidad. Sin cambio no hay crecimiento y sin crecimiento no hay mejora ni desarrollo.
Hay multitud de razones por las que rechazamos el cambio (cada uno tendrá las suyas) pero se observan unos patrones genéricos que nos afectan prácticamente a todos:
- No reconocer el miedo al cambio: Es el primer paso. Solemos decir que no cambiamos porque no queremos – «yo soy así» – pero es engañarnos a nosotros mismos. No reconocemos que queremos cambiar porque nos da miedo no saber el tipo de consecuencias que obtendremos de dicho cambio.
- Miedo a perder lo que dejamos atrás: Creemos que dar un paso adelante y cambiar es perder lo que tenemos y controlamos. Eso nunca lo perderemos. A medida que avanzamos lo que dejamos atrás se convierte en la mochila de experiencias y conocimientos que nos ayuda mientras vamos cambiando y evolucionando.
- Miedo al error y al fracaso: Todos tenemos miedo al error. La sociedad castiga duramente el error al igual que el fracaso en lugar de integrarlo como un paso necesario en nuestro desarrollo personal. El problema del error y del fracaso es no aprender de él y quedarnos estancados. Parafraseando a Beckett «fracasa, fracasa otra vez, fracasa mejor» y rápido diría yo.
- Sentimiento de culpa y rechazo: Creemos que cambiar nuestras conductas y hábitos puede afectar a los que nos rodean de una manera desconocida para ellos y nosotros mismos, provocando rechazo a esa nueva situación creada. Que te digan «ya no eres el mismo» es un arma perfecta para despertar la culpa.
- Baja autoestima: tener una baja percepción de nuestra capacidad y valía hace que el rechazo al cambio sea más evidente en personas con un perfil bajo. Una baja auto-estima afectará a la manera de interactuar con el entorno y de relacionarse con los demás. La falta de confianza y el poco respeto por las capacidades propias hace que cambiar sea visto como algo inalcanzable – «mejor me quedo como estoy « -.