Se acaba el año pero no se acaban los proyectos. Soy de aquellos a los que no les gusta hacerse propósitos para el nuevo año. La mayoría de veces ese impulso inicial valientemente aceptado (y parafraseando a Blade Runner) se perderá… en el tiempo, como lágrimas… en la lluvia.
Me parece que queda muy bien lo que ocurre en estas fechas, donde todo el mundo (desde el que no lo siente en absoluto hasta el que lo dice de corazón) se deshace en elogios y buenos deseos hacia los demás.
Pero ya no necesito «figurar» ante nadie. Lo que hago, lo hago por mi familia, por mis amigos, por vivir en un mundo más equilibrado y racional, por ayudar y sentirme realizado, buscando ese porqué para encontrar ese cómo. En definitiva, por los «míos» y porque yo quiero. Yo lo he decidido.
Eso no quita que desee lo mejor para este 2016 a todo el mundo. No es eso amig@s.
Lo que ocurre es que si me pongo a pensar me parece como poco, extraño. ¿Es que los proyectos, ilusiones y sueños empiezan un 1 de enero y acaban un 31 de diciembre?