Existen actitudes tan poderosas por si mismas que pueden hacernos cambiar la forma de entender e interactuar con nuestro entorno, con los demás y con nosotros mismos. Estas actitudes necesitan irremediablemente de un conocimiento previo de nuestros valores, creencias. enseñanzas y objetivos en la vida y, posteriormente, de un cambio personal profundo.
Así podremos llegar a descubrir que el verdadero motor que nos mueve son las emociones, aquello que nos hace sentir y vibrar en todos los sentidos. ¿Cuantas personas emocionalmente planas nos hemos encontrado en nuestras vidas?, ¿qué nos hacen sentir cuando estamos con ellas? La respuesta es obvia. No somos capaces de establecer ningún tipo de conexión emocional con ellas.
Somos seres sociales y necesitamos el rodearnos de otras personas y, si es posible, que sean afines a nosotros. Es verdad que de todo y todos se aprende y que en la variedad está el gusto pero donde realmente nos encontramos «especiales» son con las personas que nos regalan esa «chispa», ese «je ne sais quoi».
El poder de la gratitud
Una de esas actitudes que me llama especialmente la atención es el poder de la gratitud. No hay nada con más fuerza y capacidad de cambio que el agradecimiento sincero y espontáneo. Simplemente actúas así porque la educación, el respeto y la honestidad forman parte de ti, dejando fuera el interés meramente personal escondido en segundas intenciones y falsos halagos.
Como sabiamente dice el refranero «es de bien nacido ser agradecido».
Pero lamentablemente y demasiado a menudo desaprovechamos la oportunidad de conectar y despertar emociones en los demás simplemente por el hecho de no abrir nuestro yo. Tenemos miedo a que nos vean por dentro y evitamos esos vínculos que nos hacen verdaderamente lo que somos en esencia, seres emocionales.
Parece ser que el «gracias, por favor, te lo agradezco, eres muy amable» son conceptos denostados y apartados a los oscuros confines de la utopía. Como si ser agradecido fuera sinónimo de pusilánime, débil y falto de carácter. Nada más lejos de la realidad. Ser agradecido implica el apostar por el nosotros, por la colaboración, por el bienestar, por el dar y por el sumar.
Sus consecuencias son inevitables. Recibiremos el doble de lo que damos sin ni siquiera pedirlo ni necesitarlo. Así que agradece, agradece y agradece y además da las gracias. Es una cuestión de respeto con los demás y con uno mismo. Y una forma de ser coherente con tus principios.